"Espíritu libre".
Qué poético, no?
Abstracto.
Es cierto que lo soy, aunque sólo parcialmente.
No estoy ligada fuertemente a ninguna amistad, aunque dependo totalmente de mi otra mitad.
Él acapara toda mi alma, hasta el más mínimo rincón de mi corazón.
Los demás se encuentran tan sólo en la superficie.
"Espíritu libre".
Definitivamente, cada espíritu libre que vaga por el mundo es un espíritu herido, y lo sé por propia experiencia.
Son almas desgastadas por la experiencia, almas frágiles, que en un acto reflejo de pura auto protección implantan una especie de muro invisible entre ellos mismos y el resto del universo.
Un muro invisible de hormigón armado, para que nada les afecte, para que nada les desmorone.
Sin embargo, como toda gran construcción, tienen su pilar maestro, su talón de Aquiles, aquello a lo que entregan todo su ser, aquello que cubre sus más absolutas necesidades sentimentales, aquello que les completa.
No es un algo casual, ni mucho menos volátil.
Es algo que ha sido estudiado previamente a la perfección, algo que ha sido puesto a prueba, algo que se ha comprobado inofensivo.
A esa persona elegida le entregamos lo mejor de nosotros mismos, lo hacemos totalmente dependiente de nosotros, para que nunca escape, para que nunca quiera desaparecer.
La enamoramos locamente, hasta rozar el punto de lo peligroso, de la obsesión, hacemos que sea capaz de dar la vida por nosotros, que a penas tenga más vida fuera de nuestro universo.
Suena hasta perverso.
Culpa nuestra? Puede ser. O no.
Sinceramente, los "espíritus libres" no nacen, los hacen los de nuestro alrededor.
Espíritu libre?
Mentira.
Nadie lo es.
Cobardes, miedosos, heridos.
Eso es otra cosa, es la realidad.
Pero como siempre, la especie humana es especialista en encontrar eufemismos.
Viva la libertad.
La perversa y dolorosa libertad.